Desde Miami se ha apoyado con entusiasmo la explosión social en Cuba. Esta vez el protagonista que apoya desde el sur de la Florida no es el viejo exilio anti-castrista, sino en su mayoría, una juventud educada en el sistema posterior a 1959. ¿Que le pasó al “nuevo hombre” tan esperado por la utopía comunista en la isla? No es tan simple explicar este fenómeno, así que me concentro en las consecuencias de esa voluntad favorable a la intervención de los extraños en nuestros asuntos nacionales en la isla.
La intervención extranjera no sólo provocará muertes y humillación nacional, sino que dejará profundas huellas en el alma del cubano que retrasarán la necesaria reconciliación entre cubanos y que comprometerán el futuro de las empresas cubanas que nazcan en un ambiente más liberal, pero también más favorable a las empresas extranjeras. El nacionalismo no es un capricho ideológico, sino un sentido común frente a cualquier intervención extranjera.
El protagonismo hoy de una juventud algo incoherente que reclama en clave de izquierda derechos individuales y en clave liberal el despotismo de la derecha es preocupante, pero también es verdad que el inmovilismo y la arrogancia de las élites en Cuba continúa excluyendo a una parte vital del organismo nacional incrementando la pobreza material y espiritual del Estado-Nación.