Si el estado políticamente organizado fuese un mal necesario para toda gran asociación de personas, no estaría de más la existencia de comunidades de base que frenasen los posibles abusos de sus elites. Estas comunidades se caracterizan por tener una fuerte identidad y cohesión social útil para resolver problemas y mejorar el entorno en el que se vive mientras cuenten con el apoyo de buenas instituciones. Sólidas instituciones suelen ser útiles si favorecen que el poder esté subordinado a la ley. El individuo en solitario es demasiado débil como átomo en la estructura estatal para luchar por el ejercicio de su libertad. También el liberalismo radical que en aras de fomentar los derechos individuales lucha contra la religión, la tradición y la autoridad podría dejar tan desprotegido al individuo como lo deja el colectivismo marxista. El partido comunista cubano con sus filtros plantados en todo el proceso de la representación popular impide que dichas comunidades participen en la política del país. Como tampoco existe en Cuba un estatuto de oposiciones que legalice espacios para la oposición cubana la centralización del poder propicia que el poder se corrompa de manera permanente pisoteando la ley y descuidando la voluntad popular. Como este sistema de partido único tampoco sufre las criticas del periodismo de investigación, el poder no tiene frenos eliminándose la natural lucha de contrarios, que según tantos filósofos desde el mundo griego clásico hasta Hegel era necesaria para el desarrollo (tesis y antítesis) social. El problema cubano debe ser resuelto a través de un dialogo nacional que propicie la reconciliación nacional con la creación de sólidas instituciones democráticas apoyadas en los derechos naturales.
Causa 8 de 1986 Memorias de mis torturas en Cuba
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